Necesitaba el futbol mexicano una brutal sacudida para acordarse que la violencia convive jornada a jornada en sus estadios. Difícilmente hay un fin de semana limpio, alejado de la barbarie, de los golpes y provocaciones. La violencia no está controlada porque hasta hoy han sido insuficientes los operativos, no hay forma de detener a un grupo de intoxicados por cualquier tipo de sustancia prohibida; alterados sus sentidos les importa muy poco el respeto a los demás.
Lo que vimos en Monterrey no es más que una micro representación de lo que sucede en nuestro país: inseguridad, violencia, catástrofe, sangre, impunidad. Es el día a día en nuestro México, es lo que se encuentra uno en las calles, es la ley de la selva, lamentablemente.
La agresión hacia el joven al que dejan medio muerto es condenable, no podemos estar a favor ni aplaudir el hecho pero “a toda acción hay una reacción” y eso fue lo que sucedió. Las imágenes son muy fuertes, escalofriantes; literal fue un linchamiento. El ataque fue ventajoso, masivo. La escena dio la vuelta al mundo, daba la impresión que estábamos en una calle cercana a un estadio sudamericano.
Los agresores son vándalos, personajes oscuros escondidos en el deporte para ejercer un poder mal entendido. Son criminales, drogadictos, alcohólicos, malvivientes que intimidan, meten miedo a la sociedad. Me encantaría escuchar de las autoridades que esto ya no volverá a suceder, es una pena reconocer que esto seguirá hasta que las leyes no sean más duras con los implicados.
Estos inadaptados deben estar fuera de cualquier escenario deportivo, en la cárcel. Deben estar fichados, recluidos en una celda. Por culpa de esta clase de imbéciles, las familias abandonan las tribunas, eso no debe pasar.
Leo su comentarios #BesosYAbrazosParaTodos.
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